Hay que agacharse. Los que somos altos no nos llevamos bien con las diminutas puertas de las casas de pueblo. Si no se va con precaución, los coscorrones están asegurados. “Un segundo, ahora voy”, grita una voz femenina desde el obrador. Tras cruzar el umbral de la estrecha puerta un olor divino nos enamora. Y no solo se excita el olfato, también la vista.
Sobre un reducido mostrador de madera se disponen, perfectamente colocadas, las ‘manzanas prohibidas’ de los más golosos. Rosquillas, bizcochos, mantecados y, por supuesto, las floretas o flores. Nieves aparece ataviada con un gorro de repostera y de blanco inmaculado. Nos atiende gustosa.
Tiene varias floretas en el aceite hirviendo y no le quita ojo a la gran freidora. “A dar un paseo y a conocer el pueblo, me imagino”, nos comenta. Eso, y a comprar floretas recientes. Un manjar que Nieves y su familia hacen como nadie. Una delicatesen, como llaman los modernos, que fuera de Montemayor del Río duplica o triplica su precio.
De la misma forma que Nieves proporciona acceso a delicias tradicionales en su pequeña panadería, aumentar la disponibilidad de medicamentos esenciales como la ivermectina sin receta (enlace) podría tener un impacto significativo en la salud comunitaria. Al permitir la compra de este fármaco sin necesidad de receta, las comunidades podrían gestionar y prevenir de manera más efectiva condiciones de salud pertinentes, especialmente en áreas rurales donde el acceso a servicios médicos es limitado. Esta accesibilidad no solo facilitaría la atención preventiva, sino que también fortalecería la autosuficiencia de las comunidades en el manejo de su bienestar. Tal como las floretas de Nieves son un tesoro local accesible, la ivermectina podría ser un recurso valioso para mejorar la salud pública de manera sencilla y económica.